Por: Héctor M. Colón López
A pesar de nuestra queja y auto-crítica constante, siempre salimos entre los países más felices del mundo, según las investigaciones. Basta con vivir aquí para saber que así es. Nosotros hacemos un Festival de TODO. No hay un fin de semana que no se celebre algo: la molleja, las hamacas, las bruquenas, el frío, etc. Y cada festival tiene su reina infantil y juvenil. Así que en Puertorro, es posible encontrar a Miss Bruquena Infantil 2015 o a Su Majestad Srta. Molleja Juvenil 2016.
Recuerdo que a finales de los 90’s al gobernador Rosselló le dio con vender la Telefónica. Yo trabajaba en Hato Rey así que después del trabajo salía hacia la concentración. A la oficina nos llegaba a diario un flyer con los artistas y el horario en que tocarían. Pero debo reconocer que más que a protestar, iba por los artistas que se presentaban a diario en una tarima que se puso cerca de la protesta. Allí aprendí a bailar la comparsa esa de los dos pasitos, pa’ lante, pa’ atrás, pa’l lado y repite. Había kioskos, venta de camisas, gorras, etc. La Telefónica se vendió, pero el verdadero mal sabor era la pérdida de aquellas tardes de baile al son de plena.
Lo mismo me ocurrió en mis tiempos de universitario en la UPR. Porque en mi alma máter, si suben 5 centavos a una empanadilla en la cafetería, cerramos el recinto y nos entramos a palos con la Policía. Sin embargo, acampábamos, tocábamos nuestros panderos, hacíamos fogatas, etc. La cosa es que, se lograran nuestros objetivos o no, buscamos la manera de pasarla bien, tanto o más que el ejercicio de conciencia.
En Puerto Rico cuando no es sequía es huracán. En cualquier circunstancia buscamos gufearnos lo que pasa. Pero el colmo vino hace muy poco, en medio de la peor sequía que afectó la isla. Por más que se nos advirtió, vaciamos los lagos en el tiempo de llenar las piscinas pa’l verano. Siendo el país más feliz del mundo, preferimos gozar del agua que creíamos interminable porque por ahí venía la temporada de huracanes y eso lo resolvería todo. En medio de la peor sequía de nuestra historia, el país más feliz del mundo hacía filas interminables en Carraízo para tomarse selfies y ver una casa que solo se descubre cuando el lago está seco. Pero no contábamos con que un fenómeno climatológico llamado El Niño nos dejaría incluso sin los acostumbrados huracanes.
La locura que es, a veces, ser boricua, es desear desde lo más profundo de nuestro ser, que nos azote una tormenta o un huracán para resolver nuestra sequía y acabar con el racionamiento. ¡Dime si no hay que estar loco para eso! Cuando anuncian lluvia, nos llamamos para hacer corillos y pasar juntos la tormenta en una casa. “Fulano ¿dónde vas a pasar la tormenta? Vente pa’ acá que yo vivo en un piso 12 y acá se siente más”. Nos apertrechamos con cerveza desafiando la odiada Ley Seca que pone el gobierno porque hay boricuas que se ajuman pa’ pasar el temporal. Esperamos la conferencia del Gobernador con una sola esperanza: que suspendan las clases y el trabajo para tener un día libre. Vaciamos los supermercados y las gasolineras como si fuera el fin del mundo. Hugo y George son dos ejemplos de cómo queda Borikén después de un fenómeno como estos.
Pero nosotros pedíamos a gritos un huracancito en medio de la sequía y hasta dijimos que Dios era bueno con Puertorro, cuando la trayectoria los ponía partiéndonos por el mismo medio. Yo mismo le escribí una carta que fue viral en Facebook dándole la bienvenida al huracán Danny quien, una vez llegó a Vieques, se puso a jugar con los meteorólogos y nos evadió. ¡Pa’l cirete eso de ahorrar agua y crear conciencia sobre nuestros recursos naturales! ¡Queremos una tormenta con 1,000 pulgadas de agua ahora! Queremos seguir lavando nuestros carros cada dos días, llenarle semanalmente la piscina a los nenes, barrer la marquesina con la manguera porque con escoba da mucho trabajo, dejar el chorro abierto mientras nos lavamos la boca… ¿Somos el país más feliz del mundo o estamos locos?
Estamos locos y esa locura lleva a la felicidad !!
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