La galleta de mozo


Por: Héctor M. Colón López

Sueño con el día que nazca mi nieto. Supuestamente es como para diciembre 5. Tengo cientos de planes para él. Pero trabajar por los pasados 16 años con niños y adolescentes me despierta una gran preocupación. Y es que en estos tiempos TODOS los niños tienen un diagnóstico. Yo no escuchaba eso de los diagnósticos cuando era niño. Uno era tranquilo o ‘más que jode’; así de sencillo. Cuando el momento lo requería, nuestros padres arreglaban el tiempo de rebeldía en la adolescencia con la ‘galleta de mozo’. Se trataba de un pescozón que te hacía girar la cabeza como la nena de El Exorcista y te sacudía la pavera y el fronte propios de la adolescencia.

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Recuerdo que todos los días de mi año escolar en Primer Grado, Mrs. González me volteaba mi camisa blanca al revés después del recreo del medio día. La camisa tenía todos los colores menos el blanco, producto del juego, la tierra y el sudor. Si yo hiciera eso en estos tiempos, seguro me diagnosticarían con hiperactividad y me empeparían apagando todo de mi personalidad. Yo corría, me distraía, gritaba, jugaba, no me gustaba la escuela, me aprendía las canciones con malas palabras antes que el material para un examen. Eso no me hizo un criminal (aunque confieso que de niño me robé unos dulces en la tienda de Don Julio, cerca de mi casa). Era un niño normal y pasé una niñez increíble. Ahora veo gente que estudia muchos años para ponerle un nombre científico a aquello que yo llamaba jugar y divertirme.

Cuando llegué a la adolescencia y me vi 3 pelitos ahí, me creía grande. Mi mamá, con quien tenía que reportarme cada media hora cuando salía en bicicleta por la urbanización, resolvió mi rebeldía en un segundo, un día que no me reporté y me atreví a desafiarla: me dio la ‘galleta de mozo’. En este tiempo yo sería diagnosticado con Trastorno Oposicional Desafiante por desafiar a mi madre y/o mi madre estaría presa por maltrato.

Aunque mi maestría es en Psicología Organizacional, lo clínico no me es ajeno. Entre más estudiaba Desarrollo Humano, más me cuestionaba este negocio el cual es el único en el que el cliente nunca tiene la razón (chiste viejo y malo sobre la psicología). Me causa perspicacia cómo un niño puede ser diagnosticado de manera diferente cada vez que un psicólogo o psiquiatra lo atiende.

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Hay padres que dicen: ”Mi hijo pasa todo el día pegado a su Playstation”. Y yo pregunto: ¿Quién se lo compró? ¿Quién crea el contexto de los patrones en la casa, el de comer en la mesa, el de las horas de estudio, etc.? Otros padres dicen: “Mi hijo es tan inquieto” pero los veo dándole un shot de azúcar y cafeína disfrazados en una Coca Cola para que se calme…¡helloooooooo! ¡EL PROBLEMA NO ES EL MUCHACHO! ¡Es que los adultos siempre la cagamos!

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No digo que no existan los problemas de salud mental. Tampoco digo que los golpes son la solución. Lo que digo es que, dentro de un ambiente de disciplina y respeto, hay momentos que requieren de firmeza y no de terapias psicológicas. El remedio de mami fue mucho más barato y efectivo que unas terapias. En lugar de llevarme a sesiones psicológicas me contaba hasta 3, me llamaba por mi apellido, me daba aquella mirada, ponía ese tono de voz o sacaba una correa y la ponía sobre la mesa. Yo sabía que cualquiera de esas cosas significaba que había una conducta que yo debía corregir o había una consecuencia SIEMPRE. Somos responsables de nuestros hijos. Creo que, por un lado, hemos avanzado. Que los métodos de arrodillarse en un guayo o azotar con un cable eléctrico no deben volver. El diálogo debe seguir siendo la primera línea de defensa. Sin embargo, hay que reconocer cuando es necesario un cambio de estrategia. Criar hoy día implica librar una batalla contra la tecnología, el bullying, las drogas, el consumo conspicuo, los depredadores sexuales, etc. Ojalá cada niño viniera con un manual al final del cordón umbilical pero no es así. Aquella ‘galleta de mozo’ que me dio mami me dolió, pero le estoy agradecido por ella. Si yo le seguía dando rienda suelta a mi fronte de adolescente sabrá Dios en las garras de qué hubiera caído. Había muchas tentaciones cerca. Siempre supe el por qué de cada chancletazo que cogí, de cada pellizco, ‘jalón’ de patillas y cada cocotazo. A veces podía notar el conflicto en los ojos de mami cuando me castigaba y yo ponía los ojos como el gato de Shrek para que me levantara el castigo. Pero agradezco su firmeza porque me ayudó a desarrollar consistencia.

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Así que, o hacemos lo que nos toca como padres, o seguimos buscándole las 5 patas al gato cojo. El remedio puede ser peor que la enfermedad…

About Héctor Colón

Si esta aventura de escribir va a alguna parte no lo sé. Si ayuda, entretiene, invita a la reflexión, a la burla, la risa, sirve de laxante o lo que sea…eso es algo…pero estoy abierto a las invitaciones y provocaciones de la vida al respecto. Nydia Caro cantaba “Solo canto por cantar”. Yo podría decir que solo escribo por escribir. Bienvenido/a el/la que desee acompañarme…
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3 Responses to La galleta de mozo

  1. Onik says:

    No olvides la mirada de Mr. Francis (el principal) que funcionó por mucho tiempo como el Ritalin de muchos…

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  2. Yara Aventurero says:

    Excelente , así es , así fue … Gracias por compartirlo !!! Mr. Francis le tenía pànico !!

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